Mont Saint Michel Francia
“Peregrino, siembra tu sueño
a mis pies, en mi orilla
allí donde el mar se hace dueño
aquí donde mi luna brilla…”
Es maravilloso recordar ese mágico momento en que nos detenemos en la Gran Vía que es la única carretera que conecta al Mont Saint Michel con el continente, y vemos aparecer poco a poco entre la neblina, la llamada “Maravilla del Occidente”, la imponente silueta de la gran roca, un islote de granito de un kilómetro de diámetro, que se levanta a 80 metros de altura, situado en el centro de una inmensa bahía bañado por las mayores mareas de Europa.
En lo más alto del Mont Saint Michel, desafiando el paso de los siglos, se alza la omnipresente visión de la Abadía gótica benedictina, la cual se va perfilando para deleitarnos con su imponente belleza y misticismo, convertida en Patrimonio de la Humanidad desde 1979.
Es imposible no viajar en el tiempo, a aquella época alrededor del siglo IV cuando el bosque de Scissy entre los límites de Normandía y Bretaña, ocupaba toda la zona y donde solo existía una gran masa rocosa conocida como el Monte Tumba, uno de los tres lugares sagrados para los peregrinos del medievo junto a Roma y Santiago de Compostela.
Después de subir las escaleras que llevan a la Abadía, al visitar Mont Saint Michel caminas en el pasado entre las murallas de granito embellecidas por helechos y musgos, rincones húmedos iluminados por plantas y flores. Un poco más arriba, María con su hijo en brazos, Juana de Arco y Jesús en la cruz con la visita permanente de las gaviotas. Puedes también observar los tejados inclinados, y al estuario oleoso con la marea baja del río Couesnon.
Cuenta la leyenda que en el vecino Monte Tombe, el demonio adquirió la forma de un dragón marino que aterrorizaba a los habitantes. El arcángel San Miguel desde el cielo se compadeció y acudió con su ejército para librar la más feroz batalla entre el bien y el mal. Finalmente San Miguel consiguió derrotar al monstruo cortándole la cabeza con su espada. El obispo de Arranches, Aubert, fue testigo de ese combate y por tres veces recibió en sueños la orden de San Miguel «jefe de los ejércitos de Dios», de construirle un lugar de devoción allí donde había vencido al demonio. Fue así como construyo una iglesia que dedicó al arcángel el 16 de Octubre de 709.
Piedra a piedra, se levantó aquel inmenso Santuario sobre la roca, y en poco tiempo a su alrededor se fueron estableciendo los peregrinos, conformando la actual ciudadela que la rodea. Un gran cataclismo hizo que el mar se adentrara en tierra e inundara toda la zona, dejando aislado el Mont Saint Michel.
Desde entonces, el monte se ha convertido en una auténtica fortaleza, pues ese fenómeno de las mareas se repite dos veces al día, dejando a la ciudadela y su Abadía unida a tierra solamente por su carretera. Dicen que es tal la velocidad a la que suben las mareas, que existe una expresión francesa que lo define es «qu’elle revient à la vitesse d’un cheval au galop» (vuelve a la velocidad de un cabello al galope) por eso, con cada subida del mar, las campanas del Monte, avisan con suficiente antelación, pues se ha convertido en casi una tradición o una curiosidad turística, el observar esa subida del mar a ras de la orilla.
Desde 1897, en la cúspide de la iglesia, una estatua de bronce dorado, que representa al santo epónimo venciendo al dragón, se alza a 170 metros por encima del mar. Es obra de un escultor francés, Emmanuel Fremiet, añadida durante las primeras obras importantes de restauración de finales del siglo XIX.
Muchas leyendas han corrido desde su construcción en el 708, desde aquel día en que supuestamente el mar atrapó en su huida a una mujer embarazada, y ésta reapareció andando por la orilla y con su niño en los brazos, cuando el mar volvió a apartarse. Son muchos los que creen tener visiones de enfrentamientos mitológicos sobre el propio monte entre las fuerzas del mal y el Arcángel San Miguel.