Leyes de la Espiritualidad
Para buscar a Dios, decía Gandhi, no hay necesidad de organizar peregrinaciones, de encender lámparas, de quemar incienso o de besar la imagen de la divinidad. Él está en el fondo de nuestros corazones. Si pudiéramos suprimir en nosotros toda conciencia del cuerpo, lo veríamos entonces cara a cara.
Los hindúes no conciben la vida sin espiritualidad. La India es un país muy religioso, en donde la religiosidad está presente en cada uno de sus actos cotidianos. Existen 4 leyes espirituales que enseñan desde hace miles de años en este país místico y lleno de espiritualidad.
La primera ley dice:
“La persona que llega es la persona correcta”,
Es decir, que nadie llega a nuestras vidas por casualidad, todas las personas que nos rodean, que interactúan con nosotros, están allí por algo, para hacernos aprender y avanzar en cada situación.
Cada persona que llega a nuestra vida, podrá ser nuestro maestro que con su luz y sabiduría nos ayudaran a retomar los verdaderos caminos en momentos de confusión, o quizás seremos los alumnos cuando en nuestro camino de crecimiento, la vida nos seguirá colocando personas o en situaciones que nos desagradan, o que desistimos a observar y hacer conciencia, que nos dan la oportunidad para crecer en ellas. En muchas ocasiones cuando el dolor ha pasado es que nos damos cuenta de la función que han cumplido ciertas personas en nuestro camino y que gracias a ellas pudimos ver características nuestras a cambiar y así podemos agradecer los momentos difíciles o desagradables que vivimos con ellas.
Nadie llega a nuestra vida por casualidad!
La segunda ley dice:
“Lo que sucede es la única cosa que podía haber sucedido”.
Nada, absolutamente nada de lo que nos sucede en nuestras vidas podría haber sido de otra manera. Ni siquiera el detalle más insignificante. No existe: “si hubiera hecho tal cosa… hubiera sucedido tal otra…”. Lo que pasó fue lo único que pudo haber pasado, y fue necesario que pasara para que de esta forma aprendamos esa lección y sigamos adelante.
No debemos arrepentirnos y amargarnos de las decisiones tomadas y los resultados obtenidos, pues nada de lo sucedido podemos cambiarlo. Debemos observar y aprender de nuestros errores sin hacer juicios, para evitar así volver a tropezar y caer en las mismas situaciones respondiendo de la misma manera. Siempre preguntémonos de una manera honesta, cual fue el propósito y cuál es la enseñanza de lo vivido.
Todas y cada una de las situaciones que nos suceden en nuestras vidas son perfectas, aunque nuestra mente y nuestro ego se resistan y no quieran aceptarlo.
La tercera ley dice:
“En cualquier momento que comience es el momento correcto”.
Todo tiene su momento de ser, ni antes ni después. En nuestra vida algo nuevo empieza en el momento justo, indicado, ni antes ni después.
Todo lo que nos sucede es lo que nosotros atraemos, seamos consciente o no y si algo todavía no se manifiesta en nuestra vida es porque tenemos algo que aprender.
Se dice que el tiempo de Dios es perfecto, donde no existe el “debería ser”, ni “debió haber sido”, simplemente es cuando tiene que ser. Es importante mantener una buena actitud, ser pacientes y humildes para saber esperar y aceptar que todo se dará en el momento que debe ser y no cuando nosotros asumimos que debe ocurrir. Mientras suceden las cosas que quisiéramos, no debemos permitir que las frustraciones del ego, de lo que se desea y no se tiene, no nos dejen vivir un presente a plenitud, en gozo y gratitud.
Y la cuarta y última ley dice:
“Cuando algo termina, termina”.
Simplemente es así. Si algo terminó en nuestras vidas, es para nuestra evolución, por lo tanto es mejor dejarlo ir, seguir adelante y avanzar enriquecidos con esa experiencia.
Cuando algo llega a su final aunque podamos entrar en estados de tristeza o depresión, es muy importante no quedarnos dando vueltas en el remolino emocional y mental. Debemos observar el proceso en sí, los efectos que tiene en nuestras emociones, sentimientos y pensamientos; ver nuestras debilidades, falencias, como nuestras virtudes y fortalezas para que conscientemente salgamos de ese remolino de procesos y elevarnos en medio de la situación, fortalecidos y con un anhelo más profundo de avanzar en nuestra transformación interna.