El Niño Violinista
En un país remoto vivía un niño llamado Illych, amaba la música y pidió a su padre que le comprara un violín, su padre era un campesino y pensó que era un estudio complicado y sin futuro. Él debía hacer cosas como aprender oficios y no un instrumento musical que no le daría beneficio económico.
“sé que es una inversión inútil, pero Illych es buen hijo, me ayuda a trabajar y estudia. Le comprare el violín, además, el sonido del violín es bello”. Fue al pueblo y compro el mejor violín que encontró.
Esa noche, llego el padre de Illych escondió el regalo. Quería dejárselo al lado de su cama y que al despertar se llevara la gran sorpresa. A la mañana siguiente, cuando Illych se despertó, en un envoltorio azul con un gran lazo encontró su ansiado y amado violín.
El niño corrió a los brazos de sus padres, sabia el sacrificio que para ellos representaba y se prometió estudiar mucho. El viejo profesor de un pueblo vecino, sería su maestro.
Primero aprendió a tomar el arco, la posición correcta de los brazos y los primeros sonidos. El maestro no veía en el niño posibilidades de llegar a ser más que un ejecutante regular.
Pasaron los meses y el niño no tocaba bien el violín, su sonido era desafinado, poco seguro y eso lo exasperaba.
“el violín no es para ti. No tienes condiciones suficientes, si estudias y rindes tan mal en tus clases, no sirves para violinista. Si no estudias, tampoco vale la pena que sigas haciendo el sacrificio de intentarlos”
Illych sintió que el techo le caía encima. Pero una energía desconocida le nació y le dijo al Maestro:
“solo le pido que me de clases un tiempo más, quiero intentarlo. Déme unos meses más ¡por favor!” el profesor acepto.
Illych siguió estudiando, cuando más estudiaba, parecía que interpretaba peor. Las personas del pueblo se reían cuando lo veían y decían:
“dejo de ayudar a su padre en el campo, para no arruinar de violinista y su sonido no es más que un mal grillo ¡ja! ¡Ja!”
Un día, llegaron profesores del extranjero buscando alumnos con talento musical y darles becas de estudio en un importante conservatorio de música.
Llego el día del examen, Illych se presentó y toco, cuando termino, los profesores se miraron entre sí y con gesto malhumorado le dijeron
“suficiente”
Illych se desilusiono cuando le comunicaron que no había pasado la prueba y que era pésimo ejecutante.
Al llegar a casa, su padre le hablo: “hijo, te hemos comprado el violín y te enviamos al Maestro. Pero no eres capaz de llegar a sacar un buen sonido. Tus dedos se mueven con dificultad, inseguros. No te sientas mal, cada uno tiene habilidades para diferentes cosas y tú no la tienes para ser violinista”
Illych, tomo su violín y se fue al borde de un arroyo cercano, se puso a llorar amargamente y decía:
“siento el sonido en mi alma, amo el violín, pero lo que intento hacer, no lo puedo llevar a mis manos. Yo me he visto en sueños interpretando obras maravillosas, ¿Cómo es que no puedo cumplir mi sueño?”
De pronto, vio un resplandor aparecer en el arroyo. Era una luz que despedía pequeños arco iris. Cuando esa luz se acercó más él distinguió un ángel. Quedo azorado y no podía creer lo que estaba viendo.
El ángel lo acaricio y le dijo: “dentro de ti hay un gran violinista con miedo y desconfianza. Aunque no me ves, siempre estoy a tu lado. Me he hecho visible para hacerte saber que no fue casualidad que le pidas a tu padre que te compre un violín, ni inútil que él te lo comprara. Eres un gran artista y tienes un don, solo falta que creas en ello”.
En ese momento solo existía él y el ángel, la imagen iba perdiéndose dentro de la luz, y se fue diluyendo. Illych experimentaba asombro, felicidad y emoción. Abrió la caja de su violín, lo tomo en sus manos y comenzó a tocar y dejo que fluyera lo que sentía, olvidándose de todo, solo existían la música de su violín y él.
Mientras tocaba, por la carretera cercana pasaba el automóvil que llevaba a los profesores que lo habían desaprobado, ellos oyeron un sonido profundo y dulce que envolvía el bosque. Se detuvieron y se acercaron al lugar de donde provenía esa hermosa música. Vieron la pequeña figura de Illych interpretando con gran seguridad.
Uno de ellos se acercó y se sentó sobre un tronco de árbol caído y escucho hasta que Illych dio el sonido final, se acercó al joven y pregunto: “¿Cómo es que en el examen tocaste tan mal y ahora has sacado un sonido brillante, dulcísimo, con perfecta técnica y gran sentimiento?”
Illych respondió “solo creí en mí y toque como lo hice en mis sueños, este soy yo, y no quien usted conoció hace unas horas”.
Detrás del profesor, en el cielo, Illych vio un resplandeciente guiño de luz.