El Canto de los Pájaros
Entre mis debilidades están las flores y los pájaros y Dios es tan maravilloso al regalarme las dos en mi jardín siempre con una bella flor que me saluda cada día y una parejita de torcacitas, conocidas como picuí, urpilita o palomita de la Virgen, que escogieron como nido mi canasta de orquídeas! Gracias Padre por tus bendiciones!
Se cuenta que hubo una niña llamada Myo que vivía en la cima de una montaña cerca de un gran templo budista.
Un día Myo escuchó la charla de un monje llamado Zenji y le extrañó mucho lo que decía.
Zenji hablaba de cómo escuchar el canto de los pájaros.
“Qué raro, pensó Myo, cualquier puede oír el canto de los pájaros”.
“¿Verdaderamente oyen el canto de los pájaros?”, decía Zenji.
“Es necesario que se pregunten: ¿quién escucha?”
Es necesario buscar el lugar de escuchar:
“¿Desde dónde se escucha verdaderamente el canto de los pájaros?”
Myo quedó asombrada:
¿dónde estará ese lugar donde se puede verdaderamente escuchar a los pájaros?
¿Dónde hallar el lugar de escuchar del que Zenji estaba hablando?
Entonces decidió que buscaría por sí misma ese lugar y desde entonces se mantuvo muy atenta a todos los sonidos que le rodeaban, especialmente al de los tordos, las palomas y los gorriones que abundaban por el lugar.
Pero no lograba encontrar la respuesta. Quizás está en el templo pensó un día y se quedó mucho rato escuchando en el jardín de los monjes, hasta que apareció Zenji y se quedó a su lado acompañándole.
Myo escuchó con tanta atención que hasta se olvidó de que estaba buscando el lugar de escuchar, pero pudo se sintió feliz al oir la respiración de Zenji acompasada a la suya.
Entonces el gong se dejó oír, era la hora de cenar.
Los dos rieron sorprendidos y cuando se despidieron Zenji le susurró al oído:
“El lugar de escuchar se encuentra allí donde tú estás, allí desde donde puedes escuchar el latido de tu corazón y el latido de la vida de la que formamos todos parte”