Como un muerto

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Era un maestro que sólo tenía un discípulo al que impartía enseñanzas espirituales. Se había percatado de que el joven era desmesuradamente afectable a los juicios ajenos sobre su persona. Cierto día le dijo:

– Querido mío, quiero que te acerques al cementerio y una vez allí, con toda la fuerza de tus pulmones, les grites a los muertos toda suerte de halagos.

Así lo hizo el discípulo y, al regresar junto al maestro, éste le preguntó:

– ¿Qué te han dicho los muertos?.
– No dijeron nada, maestro.
– Pues quiero que vuelvas al cementerio y les grites a los muertos toda clase de insultos.

Así lo hizo el discípulo. Al regresar, el maestro le preguntó:
– ¿Qué te han dicho los muertos?
– No han dicho nada

Entonces el mentor dijo:
– Así debes ser tú ante el halago y el insulto: indiferente como los muertos.

REFLEXION:

Cuando uno tiene una equilibrada autovaloración, no se deja tanto afectar por las opiniones ajenas, ni está pendiente obsesivamente de si le consideran o le desconsideran, le aprueban o le desaprueban, gusta o disgusta, le alaban o le insultan. Uno no se siente fácilmente agraviado u ofendido cuando está en su centro y no tiene carencias emocionales que le resientan ante el juicio de los otros.
La gente, por lo general, está presta a juzgar y si llega el caso a calumniar o difamar, utilizando la lengua como un estilete para herir a los otros.
Buda declaraba: «Los demás me insultan, pero yo no recibo el insulto». También: «El mundo discute conmigo, pero yo no discuto con el mundo». Fue él también quien aseveró: «No ha habido nunca nadie al que unos no alaben y otros no insulten». Incluso los que hoy te alaban mañana pueden insultarte o viceversa. Hay que desplegar la ecuanimidad y ser, sí, como un muerto ante los elogios o insultos de los otros.

Ramiro Calle

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